martes, 10 de noviembre de 2009

Modelos Politicos De Desarrollo En Colombia


UnDos visiones políticas y, como tal, dos estilos opuestos que tienen una concepción abismalmente diferente sobre el manejo del Estado, son los referentes públicos en que gira la actual coyuntura política colombiana.Por un lado, está el modelo del Estado comunitario que lidera el presidente Álvaro Uribe, donde el fundamento está en la fuerza y en la autoridad, encarnadas en el caudillismo y el mesianismo que descalifica a los partidos, las organizaciones y las instancias de intermediación entre la sociedad y el Estado; y en el extremo opuesto, se encuentra la concepción del Estado Social de Derecho, cuya filosofía garantista en la que se enmarca el accionar del alcalde de Bogotá, Lucho Garzón, pretende que los derechos económicos, sociales y culturales sean una realidad y no una mera ficción.Uribe y Garzón, en definitiva, son los dos referentes políticos e ideológicos al despuntar el siglo XXI en Colombia. Dos liderazgos, uno de derecha neoliberal, el otro de corte socialdemócrata que, necesariamente e ineludiblemente, deben cohabitar en el espectro institucional del país.Choque de opinionesEsa divergencia ideológica ha ocasionado que en más de una oportunidad Alcalde y Presidente hayan tenido enfrentamientos que si bien se han zanjado amigable y diplomáticamente, el que ha llevado las de perder ha sido el mandatario paisa.La primera diferencia, si se quiere ideológica, que subsiste entre ambos, recae en el Tratado de Libre Comercio (TLC) que Colombia negocia con Estados idos. Garzón ha manifestado en todos los tonos que tiene “profundas reservas sobre la forma y el contenido del tratado que se está negociando”, por cuanto que no “puedo aceptar compromisos que limiten las competencias constitucionales asignadas al Distrito Capital, incluyendo las funciones tributarias, ambientales y de ordenamiento territorial”.Mientras el primer mandatario tiene prisa porque se termine de negociar el TLC pese a los resquemores de varios sectores de la producción y la industria nacionales, el Alcalde no es para nada optimista con las consecuencias que el mismo va a tener en la ciudad capital, dado que “la industria de Bogotá produce para el mercado interior, el cual quedará más expuesto, y muy poco para exportar”. Advierte, además, que con este instrumento de apertura comercial, tampoco habrá mercados para la agricultura regional; pone en peligro la seguridad alimentaria estratégica de Bogotá –base del programa Bogotá sin hambre- y provocaría migraciones campesinas masivas”.La mayoría de analistas económicos le encuentran razón a Lucho y complementan su análisis al señalar que en las actuales circunstancias de Colombia, un TLC con revaluación constituye un riesgo muy alto para la economía nacional.Si bien este candente tema separa conceptualmente a los dos mandatarios, en otros, Garzón ha logrado imponerse gracias a la fuerza de la razón y de los acontecimientos, como el de los albergues para reinsertados, luego de que estallara una bomba frente a una de estas casas en el barrio Teusaquillo; o el choque que se produjo a raíz de las que fueron consideradas “imprudentes” declaraciones de Uribe acompañadas de filtración de información de un asesor palaciego sobre la que calificaron de “vergonzosa” productividad de la Empresa de Teléfonos de Bogotá (ETB). Con su acostumbrado estilo, Garzón superó el primer incidente planteándole a Uribe: “o nos tomamos la foto los dos y pagamos los costos los dos o rompemos la foto”. El Presidente no tuvo más remedio que reunirse con el Alcalde y anunció el desmonte inmediato de los albergues. En el caso de la ETB, Garzón también cortó por lo sano y antes de que el cruce de dardos verbales subiera de tono, éste llamó telefónicamente a Uribe para tratar de disminuir la controversia. El Presidente invitó a un desayuno dominguero al burgomaestre y se aclararon las cosas. La opinión pública interpretó que en ambos episodios, el pulso lo ganó Garzón.Obras son amores...Pero el mayor contraste entre Lucho y Uribe radica en los resultados concretos de sus respetivas gestiones de gobierno.En Bogotá, Garzón puede mostrar que gracias en buena medida a su Plan de Desarrollo que está orientado a mejorar la calidad de vida de la población más vulnerable, en el último año el índice de pobreza se redujo del 48% al 43%, mientras en el nivel nacional se mantuvo constante.De acuerdo con el estudio “Bogotá, cómo vamos” liderado por la Cámara de Comercio y el Programa Nacional de Desarrollo Humano, la gestión de Garzón ha focalizando los recursos de salud, educación y nutrición hacia los más marginados, superando los obstáculos de una legislación que propicia la privatización de estos servicios.En contraste, Uribe a más de sus mediáticos consejos comunales que no son mas que escenarios propicios para que con eufóricos discursos frente a las cámaras de televisión, reasigne en público, como graciosa y extraordinaria concesión suya, lo ya asignado en el Plan de Desarrollo y en el Presupuesto nacionales, no puede mostrar índices de crecimiento o de mejor equidad social. Por el contrario, según cifras de Planeación Nacional, el llamado Coeficiente de Gini que es el mecanismo técnico que mide la distribución del ingreso y que a mayor valor revela mayor inequidad, pasó en Colombia de 1994 al segundo trimestre de 2004, del 49% al 59%. Y peor aún, durante la administración Uribe Vélez, autocalificada de “corazón grande”, señala el mismo reporte de Planeación, dicho indicativo se amplió de 55% a 59%, a la par que la pobreza en el sector rural llegó a la cifra astronómica de 69% y la indigencia supera el 26% de la población.Mientras tanto, las utilidades del sector financiero rondaron los 2.7 billones de pesos en 2004, cifra que representa más del 57% de las obtenidas en 2003.En síntesis, el liderazgo de Garzón se sustenta en que su plan de acción está dirigido a garantizar en forma efectiva los preceptos del Estado social y democrático en Bogotá, en tanto que Uribe si bien ha diseñado un discurso retórico de asistencialismo social, sus políticas no comprometen de ninguna manera la integridad del modelo neoliberal y de inequidad imperante en Colombia.

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